Combatir la corrupción
La gente no entiende cómo por más que se lucha contra la corrupción política, al menos en apariencia, seguimos padeciendo la misma dolencia década tras década pervirtiendo la democracia y convirtiendo a los partidos políticos en auténticos cárteles, verdaderas sanguijuelas responsables de la mayoría de nuestros males.
El combate legal a la corrupción, deja escapar un volumen altísimo de la misma, como la parte sumergida del iceberg, en la mayoría de los casos por falta manifiesta de medios en la lucha contra el delito o por prescripción de los cometidos pues no es infrecuente que transcurran décadas incluso desde la comisión del delito hasta la persecución del mismo.
Si quieres anular la eficacia de una institución hazla invisible. La forma más práctica, sencilla, barata y rápida de asestar un duro golpe a los dirigentes de estas organizaciones mafiosas que operan desde las instituciones o desde empresas públicas, sería incrementar notablemente la potencia de los mecanismos destinados a combatirla.
Me refiero concretamente a potenciar, triplicando o cuadruplicando su presupuesto al máximo órgano encargado de velar por la correcta administración del dinero público. Obviamente, me estoy refiriendo al Tribunal de Cuentas. Hasta ahora una figura casi testimonial e incluso contraproducente pues aparenta una lucha contra la malversación o despilfarro de lo público que en la práctica es prácticamente inoperante cuando no absolutamente inútil.
Se impone si se quiere regenerar nuestra desprestigiada democracia, incrementar notablemente los medios, tanto económicos como de personal; así como modificar la reglamentación ahora en vigor de cara a agilizar los procedimientos, del Tribunal de Cuentas.
La eliminación de la corrupción tiene como principio la honradez del ser humano. Sin éste principio el ser humano se hace corrupto. Para vencer a la debilidad que nos hace corruptos la sociedad debe poner medios tales como auditorías que vigilen el comportamiento humano y la gestión de sus gastos.